martes, 23 de abril de 2019

HISTORIAS DE COLMENA TRAZIOR "ABISMO GENERACIONAL" (INTERLUDIO)

Fecha estelar 20192304 Gamma-Epsilon

"El brillo de los neones del garito hacía que la colorida lluvia tóxica pareciera un caleidoscopio fantasmagórico. En ese sector siempre llovía, producto del óxido que corroía las conducciones principales de  desechos del nivel superior. Era una precipitación débil, pero constante, lo suficientemente ácida como para provocar eccemas en la piel descubierta, y saturar las fosas nasales de un hedor acre a cloro, pero no lo bastante como para ser letal. Los derrames formaban charcos multicolores en el suelo, que eran aplastados por las apresuradas botas de los viandantes. 

El lugar era un antiguo contenedor de acero que, tras haber expirado su vida útil a causa de la fatiga del metal, había sido comprado por un emprendedor lugareño. Varias mesas y sillas de metal clavadas al suelo, junto con una oxidada barra tras la que se amontonaban contenedores metálicos llenos de infectos brebajes, formaban el magro mobiliario del sitio. No tenía nada de especial, salvo el cartel, de furiosos y abigarrados tonos rojos y verdes, en los que rezaba en argot necromundano "ATOMIC CAFÉ". El dueño no sabía que o quien era "café", pero lo había leído en un pictograma antiguo que le robó a un ultramundano, y le pareció un buen nombre.

Los parroquianos eran una mezcla heterogénea de mineros de residuos férricos fuera de turno, agentes menores del gremio de cadáveres tanteando discretamente si podían secuestrar a los que quedaban inconscientes por el alcohol metílico, y escoria del submundo buscando trabajo.

El viejo Jonah Shrapnel pertenecía a este ultimo grupo. Era un hombre alto, de hombros anchos, que ahora encorvaba bajo el peso de los años, con una barba gris sucia, y cubierto con un ajado guardapolvos con revestimiento químico impermeable y un sombrero de ala ancha bien calado del mismo material. Su oficio quedaba a la vista por las cananas que llevaba cruzadas en el cinturón y sobre el pecho, donde brillaban embutidos gruesos cartuchos bolter de carga explosiva, y por las dos largas pistoleras que le colgaban muy bajas en las caderas.

Shrapnel ya había visto más de cincuenta traslaciones en Necromunda. Cincuenta traslaciones de tiroteos, huidas, ejecuciones, traiciones y contratos. Cien veces ese número de situaciones al borde de la muerte. Era un veterano, un pistolero, un asesino, y también un viejo cansado al que cualquier día se le acabaría la suerte. Esa no era su noche de suerte. Llevaba bastantes ciclos sin conseguir un encargo decente, y los créditos se le habían acabado. Estaba apurando los últimos tragos de una botella de "Segundo mejor" cuando se le encararon esos dos imbéciles.



Dos niñatos, que con suerte sumaban 30 traslaciones entre los dos, con caras pálidas y granujientas, sucios de hollín y con raspaduras infectadas en las manos, sin duda fruto de recoger chatarra sin unos guantes adecuados, con un par de bandanas que en algún momento habían sido blancas sujetándoles el grasiento pelo sobre la frente, se plantaron ante él. Uno de ellos blandía un cuchillo de grandes dimensiones, con empuñadura de bronce, y el otro un triste remedo de pistola automática, que parecía sujetarse entero por voluntad del emperador, de tan cascada por el mal uso y peor mantenimiento.

Shrapnel suspiró cansadamente y aguardó pacientemente la perorata de los chavales. Los dos hacían poses que creían amenazadoras, sin duda, dignas de un feroz Goliath en frenesí, pero sus voces chillonas y su escasa masa muscular los hacía parecer patéticos. Estuvo tentado de despedirlos con un par de golpes de bota en sus magros traseros, hasta que el gallito de la pistola ruinosa lanzó un escupitajo cargado de flemas sobre su amado sombrero y le llamó "Viejo podrido".

En ese momento ya no importó nada más.

El primer disparo golpeó entre los ojos del chico de la pistola, esparciendo trozos de cráneo impregnados de materia gris por medio local, como si hubieran pateado una rata putrefacta. El segundo disparo, hecho apenas una fracción de segundo después, volatilizó la cadera del chico del machete, haciendo que sus piernas tomaran direcciones distintas y antinaturales. El mocoso gritó como un animal herido, destripado, y se desangró presa del shock por la pérdida de sangre en segundos. 

Shrapnel esperaba el acostumbrado silencio que sigue a una ejecución, y que todo volviera a la normalidad en el tugurio, pero entonces escuchó algo insólito. Aplausos.

Un joven vestido con sedas abigarradas de tonos púrpuras y magenta, con un extraño peinado verde que dejaba su frente al descubierto, en la que destacaba el electrotatuaje de una serpiente, sonreía encantado mirando la escena.



Shrapnel giró rápidamente sus dos pistolas bolter compactas modelo Armada, que aún humeaban hacia el risueño joven, y enarcando una ceja, le espetó:

-"Que te parece tan divertido, espantajo?"

Dandy, sin perder su artera sonrisa, que contrastaba poderosamente con el abismo muerto que acechaba tras sus ojos, se levantó pausadamente, con fluidez felina, y encaró a Shrapnel poniéndose justo delante de los dos cañones bolter.

-"Ver como dos gusanos se llevan su merecido por no respetar a sus mayores, abuelo"

La respuesta de Dandy cogió por sorpresa a Shrapnel, que esperaba alguna otra bravata desvergonzada. Volvió a mirar a su interlocutor, desechando sus prejuicios iniciales, y advirtió el blindaje ablativo entretejido en las ostentosas sedas, la pulida empuñadura de la espada monomolecular que llevaba a la cadera, y la brillante y cuidada pistola automática que colgaba de su cinturón. Todo ello anunciaba a un pandillero, eficaz y solvente. La mirada muerta de Dandy le explicó lo que faltaba por saber. Era la misma mirada que había visto muchas traslaciones atrás, en lo mas hondo del sumidero, enmarcada en la cara de monstruosos depredadores arácnidos. Enarcó una ceja inquisitiva, e hizo descender las pistolas.



-"Permítame que le invite a una botella de lo mejor, abuelo. Es lo menos que puedo hacer por proporcionarnos tan magnífico espectáculo"-siseó Dandy-.

Shrapnel siguió al joven a la barra, mientras las conversaciones se reanudaron al principio con susurros, y mas tarde fueron volviendo a su cacofónico volumen habitual. Dandy arrojó sobre la barra con desenfado una impresionante cantidad de créditos, y pidió con una sonrisa una botella de serpiente ciega y dos vasos. Mientras apuraban la botella trago a trago, el melifluo psicópata envuelto en sedas, y el áspero asesino de pelo canoso, fueron llegando a un acuerdo para firmar un contrato. Créditos por muertes, el negocio habitual.



Estos chicos....Los Jester Snakes, pensó Shrapnel. Con sus llamativos peinados fluorescentes y sus absurdos trajes coloridos, pero tan despiadados como un maldito incursor eldar. Tal vez todavía había posibilidades para la juventud, si señor." 

Pensamiento del día: -"Tu vida es una dádiva del Emperador, gástala bien"-.


viernes, 12 de abril de 2019

HISTORIAS DE COLMENA TRAZIOR "NEGOCIOS TURBIOS" (INTERLUDIO)

Fecha estelar 20191204  Beta-Thau

Gregor llevaba corriendo desde hacía horas. El pecho le ardía, sentía calambres en las piernas y una sensación de hormigueo mareante en su nuca.

Sus caras sedas importadas ahora eran harapos, tras haberse precipitado durante su huida en pozos ciegos, cubiertas de rasgones al engancharse en los afilados bordes de los conductos por los que se había arrastrado.

Por fín, con un jadeo entrecortado, al borde del paroxismo y el fallo muscular, se detuvo, y se lanzó cuerpo a tierra, tras un montón de escombros férricos. Las piernas le escocían, con tiernas y brillantes ampollas por haber vadeado el lago tóxico, y parte de su calzado aún humeaba por la acción de los corrosivos ácidos diluidos en el líquido.

Se detuvo y trató de normalizar su respiración, acompasar sus latidos. Esos bastardos....malditos bárbaros ultramundanos hijos de mil perras mutantes... ¡No era culpa suya! ¿como podía saber él que había una infestación alienígena en la espira Nautilus?, él había jugado limpio. Recordó con ansiedad los acontecimientos que le habían llevado hasta el agujero infecto donde se escondía.



Gregor estaba en su abrevadero preferido, consumiendo una medida de joyliq, un caro licor importado de fuera del planeta, y manoseando con avidez a una exhuberante prostituta bio-esculpida. Nada de basura de submundo para Gregor, él era un agente del gremio (en prácticas, si, pero agente), a punto de culminar un jugoso negocio y hacerse un nombre, así que había tirado la casa por la ventana y decidido darse un homenaje. Solo lo mejor de lo mejor. El ciclo nocturno estaba avanzado, y estaba pensando en retirarse a disfrutar de su compra cuando vió entrar al jefe de los bárbaros en el burdel. El hombre era muy grande, pensó Gregor, alto y musculado, con ese tono de piel tostado bajo los soles binarios de su mundo alienígena, vestido con su abigarrado uniforme de faena verde y naranja, exhibiendo sus tribales pinturas de guerra blanca sobre los ojos y esa cresta de pelo decolorado con ácidos. Llevaba colgada del cinto una amenazadora espada sierra, de aspecto militar, y una funda donde guardaba una pesada pistola bolter, que alimentaba con la canana de proyectiles que exhibía cruzada sobre el pecho, como si fuera la banda nobiliaria de un adepto del Administratum.

Moreno, (Gregor recordó que así se hacía llamar el bárbaro), se sentó pesadamente en la misma mesa que él, de un manotazo le arrebató la botella de joyliq, y sin dejar de mirarle fríamente, se la bebió a largos tragos antes de que Gregor pudiera protestar. Después, con la botella aún en la mano, habló con su rasposo acento:

-¿Estás celebrando algo, rátido?.

Algo molesto, y quizás con cierto valor infundido por el alcohol, Gregor contestó:

-Supongo que celebro el éxito de nuestro trato, entiendo que tú y tu lamentable banda conseguisteis el Spook, ¿no es así?. -Con un nervioso gesto, Gregor indicó a los matones del local que se acercaran y rodearan a Moreno, como precaución-.

Moreno miró en derredor suyo y vió a los dos matones de poca monta que le flanqueaban tratando de parecer amenazadores. Con una sonrisa cínica, y sin dejar de mirar a Gregor, dijo:

-Todo salió bien, rátido. Fuimos allí, conseguimos la droga, que estaba donde dijiste, solo se te olvidó un detalle, como mencionar que el puto almacén estaba abarrotado de jodidos Genestealers...

Gregor palideció visiblemente, hizo un gesto con el mentón a uno de los matones, y este le puso la mano en el hombro a Moreno. Justo cuando el tipo iba a abrir la boca, Moreno se movió como una exhalación, y en rápida sucesión, golpeó primero con la botella contra la cara del matón que tenía la mano sobre su hombro, partiéndole la nariz y los dientes, y acabó el movimiento apuñalando con los afilados fragmentos de la botella rota el estómago del otro esbirro. Mientras los dos hombres sangraban profusamente y gemían como condenados, se levantó lentamente, señaló a Gregor y dijo:

-Corre a esconderte, rátido. Te concedo como ventaja el tiempo que tarde en mandar a estos dos retrasados hijos de gusano al infierno. Subrayó sus palabras sacando ominosamente de su funda la brutal pistola bolter, y cargándola con parsimonia.

Y Gregor corrió. Gritos suplicando piedad y atronadores disparos de bolter le acompañaron en su huída.

Ahora pensaba que tal vez hubiera sido mejor no salir corriendo. Los Cyclo boys habían jugado con él, durante horas, rodeandole y zarándeándole, jugando al gato y el ratón, acorralándole como a un animal. Como a un rátido.

Pero los había despistado, ¿verdad?, cuando vadeó la ciénaga corrosiva debieron perderle la pista, sin duda. Se las arreglaría para volver a su gremio, hablaría con sus superiores, pediría un préstamo y alquilaría una banda de mercenarios, ¡no, de Arbites!, estaba dispuesto a arruinarse para echarles encima un condenado capítulo de marines espaciales si hacía falta. Pero los vería muertos. Ya verían, no sabían con quien se habían topado, esos bárbaros repugnantes.

La muerte le sobrevino de forma repentina, cuando el núcleo de deuterio del proyectil le atravesó el esternón penetrando profundamente, y el sistema de reacción por masa de la carga explosiva detonó en su interior, convirtiendo su caja torácica en un amasijo de vísceras reventadas y huesos partidos. Mientras sus oídos captaban el atronador sonido del disparo que le había matado, tuvo tiempo de ver como los restos de sus intestinos iban resbalando pesadamente de la pared que había detrás de él, donde la explosión los había estampado. No tuvo tiempo de decir nada.



Moreno se acercó al cadáver del tipo, lo miró con disgusto, y decidió que era un buen momento para vaciar su vejiga sobre la inerte cara del rátido. Después de todo, el mierdecilla se merecía una lápida. Cuando terminó su labor, sus hombres llegaron al sitio, intercambiando entre risas y protestas chips de crédito mientras se cobraban las apuestas sobre quién iba a ser el que cazara al tipo. Abrieron una botella de "segundo mejor", y se fueron cantando canciones sobre desiertos, orkos, guerras y burdeles. El mensaje había sido entregado "Nadie jode a los Cyclo Boys".

Pensamiento del día: -"Huye el malvado, aunque nadie le persiga"-